mariposa azul. S—lo vi a las cuatro morochas despuŽs de haber roto el plastificado y de haber puesto el cassette en el walkman. Aparecieron por detr‡s del ‡rbol. Los arcos y las flechas estaban guardados, colgados al cuerpo. No ten’an las antorchas en las manos. Pero las caras continuaban siendo de salvajes y parec’a que me iban a quemar con la mirada. Faltaba la jefa. ÀD—nde estaba? PensŽ r‡pido: no las pod’a dejar escuchar el cassette. DesconectŽ el walkman del auricular y con todas mis fuerzas, lo tirŽ contra un ‡rbol. Lindo porrazo. Mi walkman preferido se hizo a–icos. Pero por lo menos no podr’an escuchar el cassette. Una de las morochas, la misma que hab’a intentado quemarme la noche anterior, sœper